martes, 20 de noviembre de 2012

LA ESTUFA

            

La Estufa

Historia y evolución de la estufa

En 1892, una década después de que Edison diera a conocer la lámpara incandescente, los inventores británicos R. E. Crompton y J. H. Dowsing patentaron la primera estufa eléctrica para uso doméstico.
El nuevo aparato consistía en un alambre de alta resistencia enrollado varias veces alrededor de una placa rectangular de hierro. El alambre, que al conducir la electricidad adquiría un brillo blanco anaranjado, estaba situado en el centro de una pantalla parabólica que concentraba y difundía el calor en un haz.
No tardaron en aparecer modelos perfeccionados de estufas eléctricas, y dos de los más notables fueron el de 1906, debido al inventor Albert Marsh, de Illinois (EE. UU.), cuyo elemento irradiante, de níquel y cromo, podía alcanzar temperaturas al rojo blanco sin fundirse; y la estufa británica de 1912, que sustituyó la pesada placa de hierro en la que se enrollaba el alambre calefactor por un elemento ligero de arcilla refractaria, con lo que se consiguió la primera estufa eléctrica portátil realmente eficaz.

 De la leña a la estufa de gas, breve historia del fuego en la cocina.
Primero era el espacio, luego el humo, después los olores... Tuvieron que pasar muchos años de desarrollo tecnológico, para que tú pudieras usar la estufa de tu cocina cómodamente.
Tres piedras y unas cuantas ramas secas concibieron una fogata la cual hizo posible cocinar los alimentos. Así nació el fogón, que durante varios siglos predominó en todo el mundo.





Posteriormente, en el S.XVII, se le unieron el adobe y el ladrillo, así nacían las primeras estufas de piedra que consistían en una cámara alimentada con carbón o leña. Éstas realizaban dos funciones primordiales: cocinar y proporcionar calor a las viviendas. Pese a ello, tenían una desventaja: ocupaban un espacio muy grande dentro de la casa y el humo que emitían era muy molesto. Por ello, la búsqueda insaciable de mejorarla continuó en la línea del tiempo.


Durante el S.XIX comenzó la era de las estufas de hierro usadas para cocinar y no sólo como calefacción. Eran máquinas enormes, provistas de tubos de escape conectados a una chimenea con una instalación para calentar agua. El inglés James Sharp patentó la primera estufa de gas propano, la cual no tuvo mucha aceptación debido a que se consideraba a dicho gas un combustible venenoso con potencial explosivo, y se creía que era capaz de desvirtuar el sabor y textura de los alimentos.




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